Los trastornos musculoesqueléticos tienen un impacto significativo tanto en la salud individual como en el ámbito laboral. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo (EU-OSHA), estos trastornos representan aproximadamente el 60% de las enfermedades laborales en Europa, lo que los convierte en una de las principales causas de absentismo laboral. En América Latina, estudios han demostrado que entre el 30% y el 50% de los trabajadores del sector industrial y de servicios se ven afectados por estas condiciones.
El impacto de los TME en el trabajo no solo se refleja en el número de bajas laborales, sino también en una reducción significativa de la productividad y eficiencia dentro de las empresas. La disminución del rendimiento y la necesidad de constantes pausas o ajustes en las tareas afectan la economía tanto de los trabajadores como de las empresas.
Además, los TME tienen un impacto directo en la calidad de vida de los trabajadores, ya que el dolor crónico y las limitaciones funcionales pueden derivar en incapacidades prolongadas, afectando la independencia y bienestar de quienes los padecen. Estas condiciones también pueden generar estrés, ansiedad y depresión, agravando aún más el estado de salud general de los afectados.
Las empresas y los gobiernos han comenzado a tomar medidas más estrictas para prevenir y reducir la incidencia de los TME, promoviendo mejores condiciones ergonómicas y programas de bienestar laboral. La implementación de medidas preventivas y el diagnóstico temprano pueden ayudar a minimizar los efectos negativos de estos trastornos y a garantizar un entorno laboral más seguro y saludable.
Pero, ¿qué son los trastornos muculo-esqueléticos?
Los trastornos musculoesqueléticos (TME) afectan los tejidos blandos y periarticulares del sistema locomotor, incluyendo músculos, tendones, esqueleto óseo, articulaciones, cartílagos, ligamentos, vasos sanguíneos y nervios. Estas afecciones pueden derivarse del esfuerzo físico repetitivo, posturas forzadas o movimientos continuos en el entorno laboral.
Se caracterizan por su evolución progresiva, comenzando con molestias leves que pueden intensificarse hasta convertirse en dolencias crónicas o discapacitantes si no se toman medidas de prevención. Además, estos trastornos pueden tener un impacto psicológico, ya que el dolor persistente y la reducción de la movilidad afectan la calidad de vida del trabajador.
Las zonas más afectadas suelen ser las muñecas, el cuello, los hombros y la zona lumbar, aunque también pueden comprometer las rodillas y otras articulaciones.
Ejemplos de TME incluyen:
- Síndrome del túnel carpiano: afectación de la muñeca o mano debido a la compresión del nervio mediano.
- Epicondilitis: inflamación del codo, conocida como "codo de tenista".
- Tendinitis del manguito rotador: afectación del hombro debido a la inflamación de los tendones.
- Higroma de rodilla: inflamación en la articulación de la rodilla por el apoyo prolongado sobre superficies duras.
- Lumbalgia crónica: dolor persistente en la parte baja de la espalda debido a esfuerzos repetitivos o posturas inadecuadas.
- Cervicalgia: dolor en la zona cervical causado por mala postura o tensión muscular.
Los diferentes elementos anatómicos
Los músculos, tendones, esqueleto óseo están formados por un conjunto de fibras que tienen la capacidad de contraerse y estirarse. Su longitud y tensión varían, lo que permite el movimiento de las distintas piezas óseas alrededor de las articulaciones, cartílagos, ligamentos mediante los tendones.
Los tendones son estructuras fundamentales para la manipulación manual de cargas, ya que conectan los músculos con los huesos y garantizan su inserción en el esqueleto. Funcionan como un elástico rígido y, en algunos casos, están recubiertos por una vaina sinovial, que contiene un lubricante que facilita su movilidad.
Otro elemento clave son los ligamentos, que pueden compararse con cuerdas tensas entre dos extremos óseos dentro de una articulación. Su función principal es garantizar la estabilidad pasiva de la articulación, evitando lesiones del aparato locomotor.
Los vasos sanguíneos, incluyendo las arterias, transportan la sangre oxigenada desde el corazón hacia los tejidos del organismo, así como las venas permiten el retorno de la sangre cargada de dióxido de carbono desde la periferia del cuerpo hacia el sistema cardio-respiratorio.
Los nervios son estructuras anatómicas esenciales que garantizan la transmisión de órdenes motoras desde el cerebro a los músculos (nervios motores) y la recepción de estímulos sensoriales, como presión, del dolor, temperatura y posición corporal, desde los receptores sensoriales hasta el cerebro (nervios sensitivos).
Las bursas sinoviales son pequeñas bolsas ubicadas en las grandes articulaciones, que contienen líquido sinovial y facilitan el deslizamiento de los elementos anatómicos.
Por otro lado, los cartílagos están compuestos por tejido conjuntivo denso y elástico que recubre las superficies articulares. Su función es aumentar la estabilidad, favorecer el deslizamiento de las articulaciones y amortiguar los impactos generados por los movimientos y la presión ejercida sobre ellas, lo que establece una relación significativa con la prevención de lesiones.
Anatomía funcional
Las articulaciones, cartílagos y ligamentos que realizan movimientos amplios de manera frecuente pueden sufrir consecuencias en la salud de las estructuras cercanas. Desde un punto de vista funcional, la postura de referencia ideal es la siguiente:
- Cabeza y espalda rectas para mantener la estabilidad del eje corporal.
- Codos en un ángulo de 90° para reducir la tensión en los hombros.
- Alineación de la mano con el antebrazo, asegurando la correcta distribución de la carga en la muñeca o mano.
- Mano en pronación con un ángulo de 30° para optimizar la funcionalidad de la extremidad superior.
Durante el movimiento, los desplazamientos del hombro están estrechamente relacionados con los del cuello, lo que contribuye a la estabilidad postural de los músculos, tendones y esqueleto óseo en los miembros superiores. El hombro guía el movimiento del brazo en el espacio, mientras que el codo proporciona la extensión necesaria para alcanzar objetos. Finalmente, la mano y la muñeca garantizan la precisión del movimiento, permitiendo tanto movimientos de fuerza como gestos finos y detallados.
Además, la zona lumbar y dorsal juegan un papel fundamental en la distribución de las cargas corporales. El nivel de hombro y muñeca debe mantenerse alineado para evitar tensiones innecesarias. La aplicación de una buena postura y ergonomía en el trabajo ayuda a prevenir dolor lumbar, molestias y lesiones del aparato locomotor.
Las alteraciones biomecánicas más comunes incluyen la sobrecarga del cuello, los esfuerzos físicos repetitivos, la carga de trabajo excesiva y la mala distribución del peso en el sistema musculoesquelético. Las posturas prolongadas, el trabajo con los brazos por encima del nivel de los hombros y la exposición a factores como el frío o vibraciones pueden aumentar significativamente el riesgo de desarrollar un TME. Por ello, la implementación de estrategias de prevención y cuidado y atención en el entorno laboral son fundamentales para evitar la aparición de estas afecciones.
¿Cuáles son las causas principales de los TME?
Los TME relacionados con el trabajo tienen un origen laboral multifactorial, influenciado por:
Factores biomecánicos: movimientos repetitivos, esfuerzo físico excesivo, posturas mantenidas y manipulación manual de cargas.
- Factores organizacionales: ritmos de trabajo intensos, carga de trabajo excesiva, turnos prolongados, falta de pausas adecuadas y exigencias de producción elevadas.
- Factores psicosociales: estrés relacionado con el trabajo, presión por productividad, falta de control sobre las tareas y ausencia de apoyo social en el entorno laboral.
- Condiciones ambientales: exposición a vibraciones, bajas temperaturas, iluminación deficiente y uso prolongado de guantes o herramientas inadecuadas.
- Factores individuales: edad avanzada, predisposición genética, antecedentes de lesiones del aparato locomotor y sedentarismo.
Según datos estadísticos, la prevalencia de TME en diversas categorías ocupacionales, como el personal de enfermería, operarios de fábricas y oficinistas, es significativamente alta. En todo el mundo, estos trastornos afectan a millones de trabajadores y generan un efecto en la productividad de las empresas, además de causar daños en la salud de los empleados.
La combinación de estos factores de riesgo puede aumentar la posibilidad de desarrollar TME relacionados con la actividad laboral, por lo que este estudio enfatiza la importancia de diseñar nuevos métodos de trabajo para reducir su incidencia.
Dolor, causas y efectos clínicos
Los síntomas clínicos de los TME son variados, pero en general incluyen dolor acompañado de una limitación funcional, que puede ser reversible o crónico, dificultando la realización de movimientos o la manipulación de objetos.
Dolor localizado: puede presentarse en diferentes niveles, desde la zona dorsal o lumbar hasta el nivel del hombro, el codo o la muñeca.
Fatiga muscular: en los miembros superiores, el principal factor de estrés muscular es la fuerza ejercida, lo que puede generar mialgia o dolor muscular.
Alteraciones tendinosas: en el caso de los tendones, las principales tensiones mecánicas afectan las fuerzas de tracción ejercidas por el músculo durante los esfuerzos físicos. Además, las estructuras adyacentes pueden estar sujetas a compresión y fricción, aumentando el riesgo de inflamación.
Síndrome del túnel carpiano: afecta la muñeca y la mano debido a la compresión del nervio mediano, causando entumecimiento, debilidad y pérdida de sensibilidad.
Molestias y dolor persistente: factores como el uso prolongado del ordenador, el trabajo con herramientas manuales o posturas incorrectas pueden agravar los síntomas.
Limitación de movilidad: en casos avanzados, la inflamación crónica puede restringir el rango de movimiento, provocando discapacidad parcial o total.
Impacto en la calidad de vida: el dolor persistente puede generar estrés, ansiedad y alteraciones en la productividad laboral.
La detección temprana de estos síntomas es clave para evitar complicaciones y facilitar el tratamiento adecuado. Para comprender mejor su impacto en la salud y la importancia de una intervención a tiempo, consulte nuestro artículo sobre prevención de riesgos laborales.